martes, 1 de noviembre de 2016

¡Somos hijos de Dios!


¡Hoy celebramos la fiesta de todos los santos en nuestra amada Iglesia Católica!
Hablar de santidad hoy día, no debería ser una opción, sino una invitación que tomemos muy en serio, ya que tal y como reza la segunda lectura de hoy (De la primera epístola de San Juan 3,1-3), el Padre nos ha amado y ha querido que nos llamemos hijos suyos.

¿Existe otra forma de lograr la santidad, sin cumplir la voluntad del Padre? Las bienaventuranzas (Mt.5, 1-12), resumen de una hermosa manera, el deseo de Dios con respecto a cómo debemos vivir nuestra vida, asegurándonos una promesa en cada una de ellas. Pero cuando estamos en medio de este mundo, todo se vuelve complicado, porque los valores del mundo son otros, la forma como somos medidos y tomados en cuenta, contrasta totalmente con las formas de Dios. 
Es por eso que debemos estar siempre en camino, en busca de la voluntad de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo que nos ha dejado para nuestra salvación. ¡Y es por medio de este Espíritu que la santidad es posible! ¡En medio de la vida cotidiana, es posible ser instrumentos e hijos de Dios!

Comparto esta oración, que escribí hace tres años, en ocasión de esta celebración:

Señor:
Dame tu gracia para hacer de cada momento de mi vida, una oportunidad para alcanzar la santidad.
Esta santidad de la que muchos se ríen, y no creen posible.
Dame la valentía para mantenerme firme en la fe, para no negarte, para no venderme, para no traicionar mis principios cristianos.
Dame la fortaleza necesaria para no dejarme abatir por las dificultades, y si caigo, tener la seguridad que con tu ayuda, podré levantarme siempre.
Dame el entusiasmo y alegría para trabajar diariamente por mis proyectos de vida, éstos que Tú has puesto en mis manos, y que a veces siento que no merecen la pena.
Dame la capacidad de amar, como Tú nos amas, de tener un corazón más desprendido, 
de saber que Tú no abandonas a nadie, y has puesto en nuestras manos los recursos y medios para ayudar a los más necesitados.
¡Dame Señor el deseo de vivir una vida santa!

Fotografía de Irina Orellana